Salseo Japonés

Dos jóvenes ex Disfrutar abren un restaurante de cocina mediterránea con toques japoneses y asiáticos en el Eixample de Barcelona.

Escondido en una estética de tasca, la propuesta de Kamikaze es totalmente gastronómica, con la sala acabando muchos platos delante del cliente.

La hoja de shiso rellena de mejillón en escabeche, de entrante, y la escórpora a la brasa en mantequilla de ponzu, como principal, ya han creado adeptos.

Historia

Se conocieron trabajando en el restaurante Disfrutar y congeniaron. Los dos son catalanes, despiertos e inquietos, y acordaron que cuando acabaran su etapa en el biestrellado montarían algo juntos. Y lo han hecho ahora, en Barcelona, con una propuesta gastronómica mediterránea-japonesa en la que se complementan. Lo sabían. Enric Buendia, de Molins de Rei, aporta el toque oriental; Aritz Ribalta, de origen ruandés, el Mediterráneo. La suma, Kamikaze, una taberna que bebe de fondos y salsas de horas y donde todos los platos tienen toques japoneses y asiáticos, con un servicio de sala que eleva la experiencia. Que no engañe la madera ni el prefijo del nombre. Taberna Kamikaze es un restaurante con mayúsculas.

El concepto lo tenían claro: un restaurante de cocina mediterránea con toques asiáticos a todos los platos –eminentemente japoneses, pero con picaduras de ojo en Corea o China-, con especial cura con las salsas y los puntos de cocción. «La idea es fusionar platos tradicionales japoneses con la cocina y los productos de aquí. Unir culturas a través de salsas, técnicas o productos». ¿En todos los platos? ¿También en el milhojas? «La meuniere con la que está hecho lleva dashi». No los cogeréis.

 

Lo hacen así porque les apasiona el mundo japonés, por «cómo cuidan en Japón el producto. Era buscar un punto intermedio y hacer algo diferente, personal», explica Buendia. Y lo han conseguido en formato tasca japonesa, gastronómico europeo, con mesas pero sin mantel, con la luz dirigida.

Kamikaze presenta una propuesta dividida en entrantes y platillos. «La idea es compartir unos 5-6 para dos personas, sacar un punto de serosidad a la experiencia gastronómica y jugar mucho con el fuera de carta». Escritos en ésta, cantados por un servicio de sala cuidado y dirigido por Camila Delani, que finaliza muchos de ellos ante el cliente, aparecen propuestas como la berenjena con miso y humo; la escórpora a la brasa con mantequilla de ponzu; su versión del pato Pekín; la hoja de shiso rellena con mejillón al escabeche; la costilla a baja temperatura con salsa okonomiyaki; la ensalada de Ou de reig, o las cocochas, el plato favorito de Enric «por su textura, el pil-pil, el adobado… Se equilibran muy bien».

 

Kamikaze cuenta con un apartado específico de niguiris -ahora de atún con salsa yuke, anguila ahumada con daikon o rosa gallega- «porque se lo merecen, porque es un plato sublime», interviene Ribalta, y con un shabu shabu de Wagyu de entrante que ya genera admiración. Y del comienzo al final del menú, con unos postres que también hablan del país del sol naciente como el cremoso de té matcha y pistachos.

Es la experiencia Kamikaze, la experiencia Enric y Aritz, una experiencia con oferta de sakes, vinos y vermuts elaborada por la sumiller Sofia Salomon, una experiencia que se esconde en un continente de madera y piedra vista que quiere recordar la estética de una izakaya japonesa pero en formato gastronómico. Una tasca japonesa con sillas y mesas, también con un reservado final entre maderas, cortinas y sombras. Un restaurante camuflado de tasca. ¿Concepto arriesgado? Sí, kamikaze.