Kamikaze presenta una propuesta dividida en entrantes y platillos. «La idea es compartir unos 5-6 para dos personas, sacar un punto de serosidad a la experiencia gastronómica y jugar mucho con el fuera de carta». Escritos en ésta, cantados por un servicio de sala cuidado y dirigido por Camila Delani, que finaliza muchos de ellos ante el cliente, aparecen propuestas como la berenjena con miso y humo; la escórpora a la brasa con mantequilla de ponzu; su versión del pato Pekín; la hoja de shiso rellena con mejillón al escabeche; la costilla a baja temperatura con salsa okonomiyaki; la ensalada de Ou de reig, o las cocochas, el plato favorito de Enric «por su textura, el pil-pil, el adobado… Se equilibran muy bien».
Kamikaze cuenta con un apartado específico de niguiris -ahora de atún con salsa yuke, anguila ahumada con daikon o rosa gallega- «porque se lo merecen, porque es un plato sublime», interviene Ribalta, y con un shabu shabu de Wagyu de entrante que ya genera admiración. Y del comienzo al final del menú, con unos postres que también hablan del país del sol naciente como el cremoso de té matcha y pistachos.